De las obras en prosa de
Sor Juana sólo algunas han llegado a nuestros días. Las más conocidas son la
Carta Atenagórica y la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.
En la Carta Atenagórica Sor Juana analiza un sermón del jesuita Antonio Vieira, y de una manera muy sutil señala los errores teológicos de dicho sermón. El obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz publica la carta incluyendo una reprimenda para la monja firmada con el pseudónimo de Sor Filotea de la Cruz. El problema fue que al llegar a manos del arzobispo de México fue tan grande su enojo que le exigió a Sor Juana sumisión y renuncia a sus intereses intelectuales. En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, Sor Juana defiende su gusto por el conocimiento y también su posición de mujer, ella no se arrepiente de lo que es ni de lo que ha sido.
En la Carta Atenagórica Sor Juana analiza un sermón del jesuita Antonio Vieira, y de una manera muy sutil señala los errores teológicos de dicho sermón. El obispo de Puebla, Fernández de Santa Cruz publica la carta incluyendo una reprimenda para la monja firmada con el pseudónimo de Sor Filotea de la Cruz. El problema fue que al llegar a manos del arzobispo de México fue tan grande su enojo que le exigió a Sor Juana sumisión y renuncia a sus intereses intelectuales. En la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, Sor Juana defiende su gusto por el conocimiento y también su posición de mujer, ella no se arrepiente de lo que es ni de lo que ha sido.
La Carta
atenagórica fue escrita
en noviembre de 1690,
en Puebla de los Ángeles, por Sor Juana Inés de la Cruz, a petición del obispo Manuel Fernández de Santa Cruz. Atenagórica significa "digna de
la sabiduría de Atenea".1 La carta es una crítica al sermón de
Mandato del portugués António Vieira sobre las finezas de Cristo. Sin embargo, es definida como un
escrito lleno de "ardientes declaraciones feministas".2
Marca el inicio del fin de la producción literaria
sorjuanina. Poco tiempo después, en 1693, Sor Juana emprenderá una serie de
obritas llamadas de superogación, en las que pretendía agradecer a Dios por las
muchas mercedes recibidas.3
El estilo de la obra es claro y directo, por ser una obra
teológica. Sin embargo, sor Juana emplea varias veces razonamientos irónicos y
trata con cortesía a todos los implicados.4
La estudiosa italiana Alexandra Riccio plantea que Sor
Juana, indirectamente, critica varios aspectos sociopolíticos del sistema
colonial, lo que finalmente le granjeó reproches y órdenes de sus superiores
para que dejarar de escribir. Dichas alusiones pueden observarse en la Carta, pero también en sus loas
y autos sacramentales. Por ejemplo, en el sarao que cierra el festejo de Los empeños de una casa, la poetisa hace cantar juntos a
españoles, indios y negros, situación en la que se critica veladamente el orden
de castas en la Nueva España.5 La misma Riccio sugiere también un
paralelismo entre Sor Juana y el sacerdote insurgente Fray Servando Teresa de Mier, quien fue censurado —al igual que la
monja— tras un polémico sermón sobre los orígenes de la Virgen de Guadalupe en 1794.
En marzo de 1691, a modo de continuación de esta carta, Sor
Juana redactará la Respuesta a Sor Filotea de la
Cruz,
donde se defiende argumentando que el vasto conocimiento que posee de varias
áreas es suficiente para que se le permita discurrir en temas teológicos que no
deben circunscribirse únicamente a los varones.
Es uno de los textos más difíciles de Sor Juana.
Originalmente fue titulado Crisis
de un sermón, pero al publicarse en 1690 se le dio el nombre de Carta atenagórica.6 Para Elías Trabulse, el verdadero destinatario de la Carta atenagórica es Núñez de Miranda, quien celebra en
sus sermones y escritos el tema de la Eucaristía, central en la Carta. Aunque así fuera, no es
improbable que Aguiar se haya sentido atacado por la publicación.7
Santa Cruz hace circular la carta entre la comunidad
teológica del virreinato, a fin de restarle influencia al arzobispo. Es
conocida la admiración que el obispo de Puebla sentía por Sor Juana, lo que lo
lleva a olvidar la actitud antifeminista predominante en el siglo XVII. De modo
que la actitud admirativa de Santa Cruz, que lo lleva a editar a sus expensas
la Carta, es un gesto poco
común entre los intelectuales de su siglo.8
A través de sus principales conclusiones, Sor Juana
sostiene que los dogmas y las doctrinas son producto de la interpretación
humana, la cual nunca es infalible. Como en la vastísima mayoría de sus textos,
tanto dramáticos como filosóficos, la interpretación de tópicos teológicos se
convierte en un juego conceptista plagado de ingenio.9
Una de las preguntas que se hace Paz es a quién va dirigida
la crítica en la Carta
atenagórica. Entre 1680 y 1681 se da en Madrid una disyuntiva por la elección del
importantísimo puesto dearzobispo de México, a la salida de Fray Payo Enríquez de Rivera. Fernández de Santa Cruz era uno de
las opciones contempladas, junto con Francisco de Aguiar y Seijas. Éste era fiel admirador de Vieira y,
al igual que el portugués, pertenecía a la Compañía de Jesús. Al atacar a Vieira en un sermón
realizado 40 años antes, Sor Juana se involucra en una disputa por el poder
entre ambos clérigos, desafiando a Aguiar y Seijas —conocido por misógino, por censurar el teatro, la poesía y la comedia—. La Carta Atenagórica es publicada por el prelado poblano
bajo el seudónimo de Sor Filotea de la Cruz, con un prólogo en el que éste
elogia y critica a la monja por sus atribuciones hacia las letras sagradas.
La Respuesta
a Sor Filotea de la Cruz fue
escrita por Sor Juana Inés de la Cruz en marzo de 1691, como contestación a
todas las recriminaciones que le hizo el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, bajo el seudónimo de Sor Filotea de
la Cruz. No fue publicada hasta 1700,
en Fama y obras póstumas del
Fénix de México (Madrid:
Manuel Ruiz de Murga)
El obispo advierte que ninguna mujer debió afanarse por
aprender de ciertos temas filosóficos. En su defensa, Sor Juana señala a varias
mujeres doctas, como Hipatia de
Alejandría, una filósofa neoplatónica asesinada por cristianos en el
año 415.1 Escribe sobre su intento fallido y el
constante dolor que su pasión al conocimiento le trajo, pero exponiendo un
conformismo, ya que aclara que es mejor tener un vicio a las letras que a algo
peor. También justifica el vasto conocimiento que tiene de todas las materias
de educación: lógica, retórica, física e historia, como complemento necesario para entender y aprender de las Sagradas Escrituras.
Sor Juana emplea un estilo que varía conforme la Respuesta avanza. En momentos adopta la forma de
memorias, luego evoluciona al alegato y finalmente a la exposición de ideas.
Generalmente, el lenguaje es llano y nutrido de una prosa amena y familiar. El
valor de la Respuesta es el de un extraordinario documento
autobiográfico, indispensable para comprender la vida y obra literaria de Sor
Juana.2
La Carta
de Sor Filotea expresa la
admiración que el obispo de Puebla siente por Sor Juana, pero al mismo le
recrimina que no emplee su enorme talento en cuestiones teológicas, sino que lo
use en temas profanos. Aunque no se declara en contra de la educación de la
mujer, sí manifiesta su inconformidad con la falta de obediencia que podrían
demostrar algunas mujeres ya educadas. Por último, le recomienda a la monja
seguir el ejemplo de otros escritores místicos que se dedicaron a la literatura
teológica, como Santa Teresa de Ávila o San Gregorio Nacianceno.3
Sor Juana concuerda con Sor Filotea en que debe mostrar
obediencia y que nada justifica la prohibición de hacer versos, al tiempo que
afirma que no ha escrito mucho sobre la Escritura pues no se considera digna de
hacerlo. También reta, a Sor Filotea y a todos sus enemigos, a que le presenta
una copla suya que peque de indecencia. No puede calificarse la suya de poesía
lasciva o erótica, por lo que muchos críticos consideran que el afecto que
mostraba por las virreinas era filial, no carnal.4
El título completo es
“Respuesta de la poetisa a la muy ilustre Sor Filotea de la Cruz”.
Está dirigida al obispo
de Puebla, que con el seudónimo de Sor Filotea le dirigió una carta
exhortándola a apartarse de las letras profanas.
La escribió en 1691,
cuatro años antes de su muerte.
Cuenta allí:
·
Su temprana vocación por el estudio.
·
Su intensa curiosidad intelectual.
·
Las razones por las cuales entra al convento: no le interesaba el
matrimonio.
·
Las desventajas de su condición de mujer.
·
Sus esfuerzos para librarse de las presiones para que abandonara sus
estudios.
·
Su vocación espiritual: “Me ha hecho Dios la merced de darme grandísimo
amor a la verdad, que desde que me rayó la primera luz de la razón fue tan
vehemente y poderosa inclinación a las letras que ni ajenas represiones (que he
tenido muchas) ni propias reflexas (que he hecho no pocas) han bastado a que
deje de seguir este natural que Dios puso en mí”.
·
El derecho de la mujer a aprender. Cita a mujeres ilustres tanto en las
letras humanas como en las divinas.
·
Propone una educación para mujeres, impartida por mujeres.
·
Justifica la necesidad de aprender todas las ciencias: Lógica, Retórica,
Física, Historia: derecho de llegar a leer las Sagradas Escrituras.
·
Se explaya sobre lo difícil que es estudiar sin maestros.
·
Las mujeres tienen las mismas capacidades que los hombres. “Mi
entendimiento, tal cual, no es tan libre como el suyo, pues viene de un solar”.
Estilo: Lleno de citas en latín y alusiones
a personajes y hechos no muy conocidos por el lector actual, lo que dificulta
su lectura.