Su nombre verdadero
era Juana Inés de Asbaje y Ramírez. Nació el 12 de Noviembre de 1651. Escritora
mexicana. Niña prodigio, aprendió a leer y escribir a los tres años, y a los
ocho escribió su primera loa. A los catorce años, fue dama en la corte de
Eleonor Carreto, esposa del Virrey Antonio Sebastián de Toledo.
En 1667, con
solamente dieciséis años, entro a un convento donde se hizo monja. Se esperaba
de ella que todo el tiempo meditara y orara,permaneció en él cuatro meses, al cabo de los cuales lo abandonó por
problemas de salud. Dos años más tarde entró en un convento de la Orden de San
Jerónimo, esta vez definitivamente. Su
celda se convirtió en punto de reunión de poetas e intelectuales, como Carlos
de Sigüenza y Góngora, pariente y admirador del poeta cordobés, cuya obra
introdujo en el virreinato, y también del nuevo virrey, Tomás Antonio de la
Cerda, marqués de la Laguna, y de su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de
Paredes, con quien le unió una profunda amistad.
En su celda también llevó a cabo experimentos
científicos, reunió una nutrida biblioteca, compuso obras musicales y escribió
una extensa obra que abarcó diferentes géneros, desde la poesía y el teatro, en
los que se aprecia la influencia de Góngora y Calderón, hasta opúsculos
filosóficos y estudios musicales. De dichas obras se perdió gran parte. La
mayoría se perdió entre los escritos en prosa que se han conservado, cabe
señalar la carta a Filotea de la Cruz, seudónimo de Manuel Fernández de la
Cruz. En 1960 este había echo publicar la Carta atenagorica en la que, Sor
Juana hacia una dura critica al Sermón del Mandato del jesuita Portugués.
A pesar de la contundencia de su respuesta, en
la que daba cuenta de su vida y reivindicaba el derecho de las mujeres al
aprendizaje, pues el conocimiento «no sólo les es lícito, sino muy provechoso»,
la crítica del obispo la afectó profundamente, tanto, que poco después sor
Juana Inés de la Cruz vendió su biblioteca y todo cuanto poseía, destinó lo obtenido
a beneficencia y se consagró por completo a la vida religiosa.
Sor Juana murió mientras ayudaba a sus compañeras
enfermas durante la epidemia de cólera que asoló México en el año 1695. La
poesía del Barroco alcanzó con ella su momento culminante, y al mismo tiempo
introdujo elementos analíticos y reflexivos que anticipaban a los poetas de la
Ilustración del siglo XVIII. Sus obras completas se publicaron en España en
tres volúmenes: Inundación castálida de la única poetisa, musa décima, sor
Juana Inés de la Cruz (1689), Segundo volumen de las obras de sor Juana
Inés de la Cruz (1692) y Fama y obras póstumas del Fénix de México
(1700).
La obra
de Sor Juana Inés de la Cruz
Aunque su obra
parece inscribirse dentro del culteranismo de inspiración gongorina y del
conceptismo, tendencias características del barroco, el ingenio y originalidad
de Sor Juana Inés de la Cruz la han colocado por encima de cualquier escuela o
corriente particular. Ya desde la infancia demostró gran sensibilidad artística
y una infatigable sed de conocimientos que, con el tiempo, la llevaron a
emprender una aventura intelectual y artística a través de disciplinas tales
como la teología, la filosofía, la astronomía, la pintura, las humanidades y,
por supuesto, la literatura, que la convertirían en una de las personalidades
más complejas y singulares de las letras hispanoamericanas.
En la poesía de sor
Juana hay numerosas y elocuentes composiciones profanas (redondillas, endechas,
liras y sonetos), entre las que destacan las de tema amoroso, como los sonetos
que comienzan con "Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba..." y
"Detente, sombra de mi bien esquivo...". También abunda en ella la
temática mística, en la que una fervorosa espiritualidad se combina con la
hondura de su pensamiento, tal como sucede en el caso de "A la
asunción", delicada pieza lírica en honor a la Virgen María.
Mención aparte
merece Primero sueño, poema de casi mil versos escritos a la manera
gongorina en el que sor Juana describe, de forma simbólica, el impulso del
conocimiento humano que rebasa las barreras físicas y temporales para
convertirse en un ejercicio de puro y libre goce intelectual. El trabajo
poético de la monja se completa con varios hermosos villancicos que en su época
gozaron de mucha popularidad.
En el terreno de la
dramaturgia escribió dieciocho loas, dos sainetes (la comedia de capa y espada Los
empeños de una casa y el juguete mitológico-galante Amor es más
laberinto), un sarao o fin de fiesta, así como tres autos sacramentales: El
divino Narciso, San Hermenigildo y El cetro de San José.
Aunque la influencia de Calderón resulta evidente en muchos de estos trabajos,
la claridad y belleza del desarrollo posee un acento muy personal.
La prosa de la
autora es menos abundante, pero de pareja brillantez. Esta parte de su obra se
encuentra formada por textos devotos como la célebre Carta athenagórica
(1690), y sobre todo por la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (1691),
escrita para contestar a la exhortación que le hiciera firmando con ese seudónimo
el obispo de Puebla para que frenara su desarrollo intelectual. Esta última
constituye una fuente de primera mano que permite conocer no sólo detalles
interesantes sobre su vida, sino que también revela aspectos de su perfil
psicológico. En ese texto hay mucha información relacionada con su capacidad
intelectual y con lo que el filósofo Ramón Xirau llamó su
"excepcionalísima apetencia de saber", aspecto que la llevó a
interesarse también por la ciencia, como lo prueba el hecho de que en su celda,
junto con sus libros e instrumentos musicales, había también mapas y aparatos
científicos.
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